jueves, 27 de febrero de 2014

ESTE JUEVES...EL TREN











Subió en San Cristóbal de los Ángeles. Parecía desorientado y confundido. Se sentó a mi lado.
-¿Cuándo lo hiciste?, le pregunté.
-Ayer
-¿Por qué?
-Iba fumado. En un flash de lucidez me tiré a la vía. ¿Y tú?
-Hace seis meses. Fue por desamor. Mi novia me engañó, la maté y luego me tumbé en la vía a esperar al tren.
-¿Sabes qué hay que hacer ahora?
-Deambular por los vagones ayudando a la gente hasta que veamos el túnel.
-¿El de Guadarrama?
-No, el de la luz.
En la siguiente parada subieron dos personas que se sentaron encima de ellos, traspasándolos.



Más relatos sobre trenes en el blog de SUSANA

jueves, 20 de febrero de 2014

ESTE JUEVES...UNA VIDA INSÍPIDA



  El hombre camina arrastrando los pies con andar cansino y lento. Su espalda, ligeramente encorvada, y su aspecto desaliñado le hacen parecen mayor de lo que es. No sabe en qué ocupar todo el tiempo libre que le deja su trabajo de administrativo en un ministerio. Su vida es monótona  y aburrida. Soltero, sin mascotas a las que pasear, sin niños a los que llevar a actividades extraescolares, sin familia a la que visitar, sin amigos, sin hobbies que le supongan el más mínimo esfuerzo físico ni intelectual. Una presa más que apetecible para dos mujeres a la espera de un alma influenciable que se acercan a él con la sonrisa en los labios y su palabrería apocalíptica. El hombre escucha agradecido por mantener un poco de conversación que lo aparte del tedio durante un tiempo. Ya ha caído en la red. A partir de aquí se irá enredando cada vez más pero no le importará porque se sentirá perteneciente a un grupo que lo manipulará sin que se dé cuenta, que lo hará ocupar su tiempo en alabar a Dios, en estudiar y predicar su palabra, en captar adeptos, hasta aniquilarlo y anularlo por completo mientras él se sentirá feliz por ser uno de los elegidos que heredarán la tierra.

Mas vidas insípidas en el blog de Maribel SOLILUNA

lunes, 3 de febrero de 2014

ESTE JUEVES...EN PRISIÓN



Mientras viajaba hacia el aeropuerto en el cercanías Martín repasaba los años pasados en prisión. Lo único que había merecido la pena era haber conocido a Elisa.

Había arruinado su vida por culpa de la coca. Lo había separado de su familia, de sus amigos de toda la vida, y lo había convertido en una piltrafa hasta que había entrado en la cárcel. Había aprendido la lección pero el precio a pagar era demasiado alto. No lo soportaba ni un día más. Se había desintoxicado allí dentro, ella lo había ayudado mucho. Había conseguido un buen destino en la biblioteca del centro. Todos los funcionarios lo tenían en buena consideración exceptuando el cabezón claro, pero ese no consideraba a nadie. Su aire de superioridad le ponía enfermo. Por fortuna para él, no le ponían demasiado en ese servicio y cuando lo hacían procuraba evitarlo. Con los demás internos tampoco había tenido demasiados problemas, si te haces respetar desde un principio y evitas determinadas compañías podías pasar los días tranquilos. Pero no soportaba que le dijeran siempre lo que tenía que hacer en cada momento. Ahora come, ahora duerme, ahora haz deporte, ahora limpia. Eso era lo más duro. Y luego estaba ella. Verla todos los días, hablar con ella, sentir su aroma pero saber que no podría tenerla nunca. Los fines de semana se le hacían eternos, sin comunicar, sin actividades, sin nada que hacer excepto leer, ver la tele, dar vueltas por el patio o jugar alguna partida de pin-pon.
Los lunes su ánimo cambiaba totalmente. Sobre las diez ella hacía su aparición en la biblioteca con esa sonrisa que lo iluminaba todo. Él iba a por dos cafés al economato de la enfermería, el de ella siempre con dos sobres de sacarina, y después lo tomaban despacito en el despacho y ella le contaba lo que había hecho el fin de semana. A ella no tenía que hablarle de usted como a las funcionarias. Fue lo primero que le dijo cuando se conocieron. Si vamos a trabajar juntos tenemos que tutearnos ¿no crees?
Cuando pasó por la Junta para su primer permiso ella hizo un informe favorable para que lo tuvieran en cuenta y se entusiasmó tanto como él cuando se lo concedieron. Lo que más le pesaba a Martín de la decisión de fugarse en el permiso era pensar lo decepcionada que se iba a quedar Elisa. Durante los años que habían estado juntos ella le había demostrado muchas veces la confianza y el afecto que sentía por él.
Elisa no había ido a trabajar ese día. Era viernes, así que disfrutaría de un fin de semana largo. Tenía que ir a hacerse unos análisis. Por fin se había quedado embarazada después de intentarlo durante dos años. Había llegado casi a obsesionarse con el tema. Julia y ella habían luchado mucho por conseguir el dinero para la inseminación. Con la cabeza apoyada en la ventanilla del tren, recordaba todo lo que había luchado por ser como era. La confusión en su adolescencia, sentirse diferente pero no saber por qué, sus primeras relaciones con los hombres. Tuvo que conocer a Julia para darse cuenta de que realmente lo que le pasaba era que le gustaban las mujeres. Nada más y todo eso.
Ahora lo recordaba divertida, pero lo pasó mal en el trabajo cuando se enteraron. Fue un escándalo. Menudo morbo, dos funcionarias boyeras. Cuántos compañeros dejaron de tirarle los tejos, cuántos cuchicheos a sus espaldas, cuántos silencios cuando ella entraba en un sitio. La gente dice que no tiene prejuicios hasta que llega el momento de convivir con ellos. Laboralmente, estaba en el mejor momento de su vida. Era la coordinadora de formación, encargada de las actividades culturales y formativas que se desarrollaban en la prisión. Se acordó de Martín, el ordenanza de la biblioteca. Qué habría hecho durante el permiso. Era un buen tío que se había buscado la ruina pero que podía volver a reinsertarse en la sociedad. Cómo le gustaba decir eso. Se había llevado ya tantos palos en ese sentido que había dejado de confiar en la gente. Pero Martín era diferente: inteligente, trabajador, con educación y además muy guapo. Podía tener otra oportunidad en la vida si sabía aprovecharla. Este era su primer permiso, si todo iba bien en un par de años podía estar en tercer grado y trabajar fuera, pero también podía estropearlo todo como habían hecho otros en los que había confiado y no regresar del permiso.
Próxima estación, Atocha.
La megafonía la sacó de su ensimismamiento, Elisa tenía que bajarse aquí y coger la línea uno de metro. Mientras esperaba que bajaran los primeros, otro tren paró en la vía de enfrente.
Martín seguiría hasta Nuevos Ministerios y de allí la línea nueve hasta el aeropuerto. El corazón empezó a latirle a toda velocidad. Era Elisa la que bajaba del tren que estaba parado. Pero si hoy tendría que estar trabajando,pensó.
Al dirigirse hacia las escaleras lo vio en la ventanilla. Era Martín. Se acercó corriendo pero el tren ya había empezado la marcha. Tenía que saludarlo.
Martín vio cómo se acercaba a la ventanilla. Lo había visto, pero el tren ya se iba. Aún así a través del cristal contempló su maravillosa sonrisa y un brillo especial en sus ojos.
Nos vemos el lunes, dijo ella moviendo bien los labios
Vale, contestó Martín sonriendo.



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GRACIAS CHICOS